Previo
Una Historia de Riqueza y Pobreza, por John P. Powelson.

Capítulo 9

África en la Actualidad

 

De las 45 naciones africanas negras [en 1990], solamente cuatro — Botswana, Gambia, Mauritius y Senegal — permiten votar a su gente, escoger sus líderes y expresarse libremente. Veintitrés países son dictaduras militares donde no se admite partidos políticos. El resto son estados unipartidarios gobernados por dictadores vitalicios. [1]

En comparación con el resto del Tercer Mundo, el desarrollo de la economía africana desde la II Guerra Mundial se ha atrasado muchísimo. Desde principios de la década de 1960, el ingreso per cápita en África del Sub-Sahara ha crecido únicamente el 0.6 por ciento anual y sus 450 millones de habitantes han producido aproximadamente lo mismo que Bélgica con sus diez millones de habitantes. [2]

Centralización del Poder

Al constituirse en nación, los gobernantes africanos concentraron el poder en gobiernos nacionales uní-partidarios. En su mayoría, los jefes de las tribus fueron despojados de su autoridad. Por lo general, a los gobiernos locales se les negó el poder de tasar impuestos. Se les dejó dependiendo del gobierno central para su financiamiento así como para sus políticas sobre carreteras, escuelas y similares, [3] repitiendo un patrón de concentración del poder que había sido característico de África durante siglos.

Agricultura

En una publicación anterior, mis coautores y yo estudiamos la agricultura en cinco países africanos (así como otros lo hicieron en otra parte): Argelia, Egipto, Somalia, Tanzania y Zambia. [4] Debido a que las historias detalladas con datos se encuentran en ese libro, mi resumen aquí es breve. En cada uno de los cinco casos, el gobierno central trató de administrar la agricultura desde la ciudad capital. Todos aplicaron precios y controles a la producción que tendían a reducir el resultado.

Argelia y Tanzania obligaron a los agricultores a formar "cooperativas." [5] En Tanzania, el ejército quemó sus chozas para evitar que regresaran a su hogar. En ambos países, las "cooperativas" eran un medio por el cual el superávit agrícola era extraído por el gobierno a través de controles a los precios y ventas obligatorias a las agencias comercializadoras estatales. La filosofía era altruista — el gobierno ayuda a su pueblo — pero los resultados no lo eran. La producción languideció porque los agricultores, recompensados inadecuadamente, abandonaron sus granjas o disminuyeron la producción.

En Egipto, un solo ministro se forjó un feudo gubernamental para sí mismo, en el cual obligó a los agricultores a sembrar algodón y venderlo al gobierno a precios bajos, virtualmente de subsistencia. El gobierno a su vez lo exportaba con ganancias. Otros controles a los precios y a la producción obstaculizaron la agricultura, resultando en gente subalimentada y en disturbios por la falta de alimentos.

En Somalia, el gobierno central trató de asentar a los nómadas en tierras que no podían soportar una agricultura estable. Las guerras entre clanes han sido un desastre aún mayor, llevando a una hambruna generalizada que causó la intervención militar de las Naciones Unidas y otros países en 1993.

En Zambia, se declaró que toda la tierra pertenecía al estado y se pusieron restricciones a los agricultores.

Las tribus africanas han estado acostumbradas a almacenar alimentos en tiempos de abundancia para estar cubiertas para las hambrunas inevitables. Actualmente, los gobiernos extraen los superávit a través de impuestos o ventas forzadas, gastando el producto — frecuentemente para llenar los bolsillos de los políticos — y por lo tanto, no queda nada para protegerse contra la hambruna.

Los monopolios estatales introducidos por los británicos en África Occidental en la II Guerra Mundial, se convirtieron en instrumentos duraderos por los cuales los gobiernos han obligado a los agricultores a vender sus cosechas a las juntas comercializadoras, con las ganancias sobre las ventas al extranjero para el gobierno en lugar de los agricultores. [6] Esta práctica también ha sido común en los países de África Oriental. En 1983, un congreso del gobierno de Mozambique admitió "que la política agrícola ha enfatizado excesivamente los beneficios a ser obtenidos de enormes granjas estatales con detrimento a los agricultores de subsistencia." [7]

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación dice que la mayoría de los países africanos adoptaron políticas que dieron a los agricultores pocos incentivos para cultivar más alimentos que los que sus propias familias pudieran consumir. En lugar de ello, estas políticas atrajeron a muchos agricultores, el eje de las economías africanas, hacia las ciudades. Allí, dejaron la agricultura y comenzaron a comer alimentos importados, comprados con moneda sobrevaluada y dinero de la asistencia extranjera. En esos años, las importaciones de alimentos aumentaron diez veces. [8]

Poco tiempo después de tomar el poder en Etiopía en 1977, el Presidente Mengistu Haile-Mariam anunció una reforma agraria en la cual todas las granjas fueron nacionalizadas, se establecieron "cooperativas" y la agricultura fue puesta bajo el control del gobierno. Siete años después:

Desde que este Gobierno llegó al poder en un golpe de estado, casi ninguna de las tierras se ha irrigado y muy poco se ha hecho para corregir prácticas agrícolas destructivas para el medio ambiente. . . . La tala de bosques y el pastoreo excesivo del ganado se han incrementado. También los bajos precios pagados por la Corporación de Comercialización Agrícola estatal han desanimado a los agricultores de regiones aún fértiles para producir un superávit o para vender el superávit que producen. [9]

Un alto funcionario gubernamental que desertó de Etiopía en 1987 informó que "la escasez crónica de alimentos, la guerra civil, la inestabilidad política y la hambruna están a la orden del día. . . . Miles han desaparecido o han sido ejecutados sumariamente sin un juicio. Millones de campesinos están siendo desarraigados de sus hogares y aldeas para implementar una política de reglamentación de la población rural y agricultura colectiva". [10]

En Malawi "el 'milagro' agrícola del país ha pasado por encima de la población rural, los agricultores de subsistencia, quienes sufren una de las tasas de mortalidad infantil más altas de África oriental y central". [11]

En Tanzania, el Presidente Julius Nyerere en 1976:

Abolió las 2,500 uniones cooperativas locales del país, dando como razones que muchas eran corruptas, ineficientes y políticamente incontrolables. En su lugar, estableció . . . paraestatales, a quienes se les dio monopolios legales. . . . Estas compañías acumularon grandes déficits y absorbieron rápidamente la mayoría del capital de inversión de la nación. Según el Banco Mundial, el 90 por ciento del gasto nacional en agricultura entre 1975 y 1982 fue para las paraestatales. En 1982, 11 juntas de mercadeo de cosechas habían perdido un total de más de $200 millones. [12]

Bruce y Dorner han demostrado cómo los complejos procedimientos de registro de la Junta Agraria de Zambia han generado incertidumbre y han interrumpido los cultivos. [13] En Zambia también, "la monopolización del manejo del maíz — el principal cultivo comercializado — ha inhibido el crecimiento de mercaderes emprendedores quienes podrían suministrar la comercialización, el transporte y las facilidades de manejo y el crecimiento nacional de la comercialización cooperativa." [14]

Prácticamente, casi todas estas políticas autoritarias han sido revertidas parcialmente o totalmente al liberalismo que azotó al Tercer Mundo después de la caída del socialismo a principios de la década de 1990. En 1991, cayó el gobierno de Mengistu en Etiopía, y para 1993, las granjas de nuevo eran privadas. Nyerere se retiró en Tanzania en 1985 y las restricciones para los agricultores fueron retiradas gradualmente a instancias del Fondo Monetario Internacional. La producción agrícola ha aumentado sustancialmente. Mientras la mayoría de observadores occidentales se han regocijado con estos eventos, debemos recordar sobriamente que pueden ser derribados por una nueva barrida de ideología cuando nuevas gentes tomen el poder.

Industria y Empresas Gubernamentales

En la independencia, el poder único que muchos gobernantes tenían les permitía apropiarse de las ganancias de la industria. Sus formas de organización desperdiciaron grandemente los recursos. Tales fuentes de riqueza no podían seguir sin ser objetadas por sus rivales. Pero la única "oposición" fue otra gente igual a ellos, quienes pudieron tomar el poder si hubiera sido posible. La lealtad de los militares frecuentemente fue un punto muy crucial.

Tal abismo yacía entre estos grupos y los más débiles — jefes de tribus y consejos, grupos etarios u organizaciones comerciales y sindicatos de trabajadores recientemente organizados — que ninguno de los últimos podía tener a los gobernantes en control. Ya que no tenían ningún poder, estos grupos no podían formar alianzas verticales o disfrutar del apalancamiento conocido por sus contrapartes japonesas y europeas unos siglos antes.

Los grupos de poder organizaron la industria de dos formas. Una fue la empresa privada en la cual ellos mismos eran los principales accionistas; la otra fue las empresas paraestatales bajo los ministerios ocupados por ellos mismos. Los bancos nacionalizados o estatales podían ser obligados a prestar dinero a los primeros; los impuestos y los empréstitos gubernamentales financiarían a los últimos. Los recursos de cada uno podrían desviarse para aumentar excesivamente los salarios o contratos con las empresas privadas en las cuales los grupos de poder tenían intereses. Ya que tanto las empresas privadas como las paraestatales a menudo eran monopolios, poseían una latitud considerable en la determinación de precios y en las utilidades. Si se otorgaban contratos fuera del grupo de poder, se cobraban "comisiones".

Ambos tipos de empresa también se financiaban con préstamos y donaciones de gobiernos extranjeros y agencias internacionales. Las agencias internacionales otorgarían estos préstamos porque su existencia dependía de ello: estaban diseñadas para promover el "desarrollo" en el Tercer Mundo. Por acuerdo internacional, se les impedía operar en ningún país sin aprobación gubernamental. Por consiguiente, sus únicas alternativas eran cumplir o cerrar. Los gobiernos extranjeros también contribuyeron, para ganar el apoyo político o de la guerra fría de los países del Tercer Mundo.

Las ineficiencias de la industria y de las empresas paraestatales se ilustran en los siguientes informes:

  • [En Argelia] un plan para hacer que las fábricas estatales estuvieran más concentradas en las utilidades y fueran independientes del gobierno está bastante estancado. Los gerentes se preocupan de que serán destituidos si no producen utilidades rápidamente, mientras que los funcionarios gubernamentales están inquietos por que los gerentes con una mentalidad concentrada en las utilidades van a despedir a sus amigos y parientes quienes ocupan posiciones privilegiadas. [15]
  • Muchos entrevistados [en entrevistas realizadas por Hickock y Gray en Mali y Senegal] citaron las grandes dudas existentes en la comunidad en cuanto a la solvencia a largo plazo de las empresas manejadas por el gobierno, incluyendo a los bancos, y expresaron la opinión de que distanciando a las últimas del control público, aún si el gobierno se quedara con un patrimonio sustancial, se impulsaría la confianza y aumentarían los depósitos. . . . En 1981, el 85% del crédito bancario pendiente de pago en Mali se había otorgado a empresas estatales, las cuales pagan una tasa de interés real de (tasa nominal del 9.5%, casi igual a la tasa de inflación). [16]
  • [En Senegal] 27 compañías totalmente operadas por el estado y 75 cuasi-públicas, todas juntas empleando a 25,000 personas, [utilizan] cuatro veces la mano de obra que algunos críticos dicen que se necesita en estas empresas. [17]

Muchos informes del Banco Mundial han descrito el abuso de las paraestatales en África, por ejemplo en Tanzania [18] y en Zambia. [19]

Los males económicos de Zaire pueden remontarse por lo menos hasta 1973 cuando el Presidente Mobutu lanzó la "Zairianización," bajo la cual las empresas de propiedad europea fueron confiscadas y entregadas a los ciudadanos de Zaire como compensación simbólica. Muchas de las empresas llegaron a manos de la familia y allegados del Presidente y dentro de dos años, la economía de Zaire se había reducido el 15 por ciento. Los nuevos propietarios a menudo no tenían idea de cómo administrar sus posesiones. Cuando Mobutu fue obligado en 1975 a invitar a los europeos a que administraran las empresas, en la mayoría no había quedado mucho que administrar. [20] Para 1992, la economía de Zaire estaba en un caos, las empresas extranjeras se habían ido, sus plantas habían sido saqueadas por los soldados a quienes no les había pagado durante meses; las escuelas, hospitales y muchas empresas locales, cerraron; el presidente se escondió en un yate en el Río Zaire, protegido por sus militares, muy temeroso de entrar en Kinshasa. La gente estaba subsistiendo principalmente de la mandioca, la cual suministra calorías pero muy pocos nutrientes. Al momento de escribir (1994), Zaire parece ser un caso inminente de inanición masiva.

Al igual que la agricultura se ha liberalizado después del colapso del socialismo, también muchas industrias gubernamentales están siendo privatizadas en los países africanos. Es demasiado temprano decir si estos movimientos serán exitosos. Una empresa privatizada no necesariamente es más eficiente o progresista que una pública, sin embargo, si es un monopolio controlado por la misma élite que la operó bajo un nombre gubernamental.

Las Estructuras y las Políticas de Intervención

Al lograr la independencia, los gobiernos africanos querían todo lo que acompaña a los estados modernos: oficinas ejecutivas, ministerios, bancos centrales, tribunales de justicia y parlamentos. Una vez más, confundiendo las organizaciones con las instituciones, las agencias internacionales y los gobiernos de países más desarrollados aportaron la experiencia y conocimientos, y a menudo, el financiamiento para ello. Copias exactas de organizaciones del mundo más desarrollado fueron establecidas al por mayor en África. Sin el control de sus países de origen, se convirtieron en una fuente de poder y enriquecimiento para la élite.

Agregado a estas estructuras estaban los instrumentos de la política fiscal y monetaria, concebidos paso a paso en países más desarrollados para combatir la depresión, la inflación y los déficits en la balanza de pagos. Pero los mismos instrumentos, sin los cheques inherentes, podrían crear depresiones, inflación y déficits en la balanza de pagos cuando eran para beneficio de los encargados de elaborar las políticas.

Las formas de abusar de estas organizaciones son bien conocidas: (1) creación de moneda, preferiblemente para la élite; (2) bajas tasas de interés con crédito también racionado para la élite; (3) tasas de cambio sobrevaluadas aunadas a permisos de importación otorgados a gente seleccionada; (4) monopolios del gobierno, o — cuando estaban privatizados — monopolios privados; (5) permisos para actividad económica otorgados a los favoritos y denegados a otros; (6) expropiación de los activos privados para empresas gubernamentales de las cuales se beneficiaría la élite; y (7) préstamos del extranjero para proyectos que las élites pueden explotar.

Ninguno de estos abusos puede ser documentado o estudiado sistemáticamente. Todos los occidentales expuestos a la maquinaria interna de los gobiernos africanos saben que existen, [21] pero las referencias explícitas expondrían a amigos o violarían confidencias. No se mencionan en los modelos de crecimiento de los economistas o en la evaluación de planes económicos. En su lugar, se hacen referencias indirectas en los informes de las agencias internacionales. Los informes de los periodistas pueden ser la mejor fuente de información sobre ellos.

El control presupuestario con frecuencia es relajado. A los ministerios se les puede permitir gastar hasta el límite de sus presupuestos sin cuestionarlos. Si llegan a su límite a mediados del año fiscal, el parlamento debe aprobar asignaciones complementarias o el gobierno se detendrá. Si muchos ministerios hacen lo mismo, el asunto se vuelve rutinario y el control presupuestario es prácticamente inútil. Mientras era asesor económico en el Ministerio de Finanzas y Planificación en Kenya (1972-74), los complementos presupuestarios eran aprobados regularmente.

Los gobiernos frecuentemente dicen que corregirán estas deficiencias y sus declaraciones son publicadas en los informes de agencias internacionales. Pero cumplirlo es otra cosa. Por ejemplo, en 1977 el Banco Mundial informó que el "Gobierno [de Zambia] ha tomado un número de medidas importantes para controlar el crecimiento de gastos recurrentes" [22] incluyendo mayores controles sobre el gasto de los varios ministerios. Pero los datos desde entonces indican que la promesa no se ha cumplido. [23]

Probablemente, no todos los gobernantes han obtenido ganancias personales de estas prácticas. Los anteriores presidentes Julius Nyerere de Tanzania y Kenneth Kaunda de Zambia son bien conocidos por su honestidad y simpatía para con su gente — "Pertenecer a una Familia-Familyhood" (Ujamaa) era el eslogan del país anterior y Humanismo en el último. Pero tenían en común con otros la creencia de que los Buenos resultados llegarían si ellos o las personas de su elección estuvieran en el poder. Aún si ellos mismos no eran corruptos, no podrían controlar una burocracia con exceso de personal cuyos miembros se otorgaban y otorgaban privilegios.

Las manipulaciones económicas y políticas en muchos casos han superado cualquier potencial de logro, ya sea porfiadamente para enriquecer a la élite o positivamente para el desarrollo económico. En última instancia, aún las élites sacan menos de lo que podrían en una economía en crecimiento. Por lo tanto, únicamente el poder por el poder mismo puede explicar sus acciones.

Órdenes que un día instituyen controles de precio y el siguiente los eliminan; que un día es necesario permiso para esto y el día siguiente para aquello; que ordenan la paralización de ventas callejeras y la demolición de barriadas y luego permiten que se construyan de nuevo; que piden la construcción de torres y centros de conferencias o la catedral más grande del mundo — todas estas son manifestaciones de poder como un bien de consumo en lugar de un bien de capital dedicado a una mayor producción ya sea para los que lo tienen o para la comunidad en general. En el Apéndice 9.1 se encuentran referencias adicionales a la concentración del poder estatal y centralizado, tomas de decisiones a menudo caprichosas en África.

Guerra y Violencia

Al igual que el poder se desea por el poder mismo, la guerra y la violencia todavía en muchos lugares son el medio legítimo para resolver disputas. Uno aún puede discutir que los guerreros desean la guerra por la guerra misma, tal como fue el caso con los caballeros europeos de la Edad Media.

Desde la independencia hasta ahora (1994), las guerras principales en África (en orden alfabético) han sido:

  1. Argelia contra Marruecos sobre el antiguo Sahara Español; [24]
  2. La rebelión en Angola, mayormente por el pueblo Ovimbundu contra el gobierno; [25]
  3. La violencia crónica Tutsi-Hutu y las masacres en Burundi y Rwanda,
  4. La Guerra civil en Chad y las invasiones de Libia; [26]
  5. Tres guerras en Etiopía, involucrando a rebeldes de Tigris, Eritrea y Somalia; [27]
  6. La guerra civil en Liberia;
  7. La rebelión y guerra de guerrillas en Mozambique; [28]
  8. La guerra por la independencia de Namibia; [29]
  9. La guerra de Biafra en Nigeria;
  10. La guerra civil en Somalia;
  11. La guerra civil en Sudán; [30]
  12. Varias guerras civiles en Uganda, más una guerra contra Tanzania; [31] y
  13. Varios motines de las fuerzas armadas en Zaire.

Es difícil juzgar si la guerra continúa siendo un medio legítimo para resolver disputas en África. Primero, en el siglo pasado, algunas regiones han gozado de años de paz anteriormente ejercida por los poderes coloniales y ahora continuada por los gobiernos independientes. Segundo, las instancias de la Guerra en África pueden equipararse a casos en otras partes, tales como las guerras entre árabes-israelitas, la violencia en Irlanda del Norte, la guerra de las Naciones Unidas/Irak de 1991 y la guerra de los Balcanes que comenzó en 1991 y no da señales de terminar el momento de escribir presente (1994). Tercero, uno no puede comparar la intensidad de, digamos, la II Guerra Mundial con sus bombas nucleares contra las luchas endémicas en África, donde menos gente muere a la vez pero donde el combate continúa sin parar.

Todavía, ciertas guerras tienen características similares a aquellas de las guerras endémicas en los siglos pasados. La guerra de Etiopía-Eritrea (ahora supuestamente resuelta), la guerra civil en Sudán, la violencia entre tribus de Uganda, las masacres inhumanas de la guerra de Mozambique, la violencia crónica entre los Tutsi-Hutu, la guerra de Angola (aún con sus treguas ocasionales y el presunto arreglo final) y las guerras entre clanes de Somalia, todas una secuela de las guerras africanas endémicas del siglo XIX y antes. También son una reminiscencia de las Cruzadas europeas, la Guerra de los Cien Años, las Guerras de las Rosas, las guerras religiosas en Francia, y la Guerra de los Treinta Años. Todas continuaron durante una década o más, aquellas de Etiopía y Anglo durante tres décadas; todos los lados son de línea dura, renuentes a negociar (tal vez excepto donde fueron vencidos militarmente tal como en Etiopía); y las guerras se luchan intensa crueldad y aún con genocidio, tal como en los casos de Angola, Etiopía, Somalia y Mozambique.

Algunos individuos hacen una carrera de la guerra y no encontrarían fácilmente lugares en la sociedad civil. El Príncipe Negro, hijo de Eduardo III de Inglaterra, es un ejemplo del siglo XIV. [32] Jonas Savimbi de Angola podría ser uno ahora. Dada la presencia de muchas de esas personas, se ha arraigado una cultura de guerra.

En el lado positivo, Gluckman y Newman sugieren una tendencia alejada de la violencia y hacia el compromiso entre los Barotse:

La obra maestra de Gluckman sobre la ley de los Barotse de Rodesia del Norte (Zambia) demostró que en "sociedades múltiples" donde la gente está delimitada por interdependencias múltiples sociales y económicas, el conflicto es particularmente perjudicial y no puede tolerarse si la comunidad debe sobrevivir. Los juicios de los Barotse, por lo tanto, están orientados hacia la reconciliación y están dedicados a "enmendar" vínculos rotos, no simplemente a castigar a los ofensores. Lo "Múltiple", por lo tanto, explica el carácter del proceso judicial de los Barotse. [33]

Este juicio respaldaría la hipótesis de que la negociación y el compromiso nacen cuando una sociedad alcanza un punto muerto en el cual no sobreviviría de otra forma. Pero la evidencia limitada sugiere que tales situaciones aún no se han extendido en África en la actualidad. En el Apéndice 9.2 se encuentran ejemplos adicionales de las guerras africanas modernas y endémicas y la crueldad y el sufrimiento que han generado.

Resumen para los Capítulos 7, 8 y 9

En toda su historia conocida, África no ha carecido de comercio y capacidad emprendedora. Al principio, los africanos formaron estados e imperios, empresas comerciales, leyes, tribunales, procedimientos judiciales y moneda. Pero ninguno de estos se convirtió en instituciones complejas al igual que aquellas de Europa noroccidental y Japón. En cambio, las organizaciones actuales fueron impuestas por los poderes coloniales o por las élites nacionales imitando al mundo industrial.

Debido a que la tierra era abundante en relación con la mano de obra y debido a que los grupos de poder obtuvieron ganancias del comercio intenso, las élites africanas no estuvieron obligadas a negociar sus diferencias con las clases más bajas. Mientras que los grupos de interés se formaban, el gran abismo entre los gobernantes y gobernados hizo menos probable que los grupos más débiles mejoraran su condición a través de alianzas verticales y el apalancamiento.

Antes del siglo XIX, pocos africanos necesitaban saber leer y escribir para registrar contratos o leyes, ni necesitaban tampoco un mercado laboral libre. El trabajo y el capital continuaron apropiándose por medio de la guerra, la esclavitud, el matrimonio y las redadas de ganado. La guerra era un medio legítimo de continuar conflictos que nunca se esperó resolver en un sentido europeo.

La planificación económica por parte de los grupos élite después de la independencia es la manifestación moderna de la concentración de poder desde los siglos. Esta concentración fue fortalecida por los gobernadores coloniales sin darse cuenta así como lo hicieron los asesores económicos extranjeros como yo después de la independencia. El estado nación lo refuerza aún más, al igual que el llamado "socialismo" y las "cooperativas." Todos estos redujeron más la probabilidad del desarrollo económico pluralista.

Los poderes extranjeros y las agencias internacionales que ahora exigen mercados libres y la privatización de la industria y la agricultura parecen no captar que el concepto occidental de estas propuestas constituiría un giro total en la historia de África de muchos siglos, no solamente un cambio de dirección. La comprensión por parte de los grupos de poder africanos será diferente. Para ellos, las antiguas instituciones continuarán de alguna forma a través de las nuevas organizaciones. Regresaremos a ese dilema en el Capítulo 23.

 

Notas

  1. Ayittey, George B.N., en el Wall Street Journal, 3/28/90.
  2. Banco Mundial 1989.
  3. Los ejemplos de la concentración de poder en el gobierno central de todos los estados africanos son interminables. Aquí se presentan unas pocas referencias seleccionadas de una lista mucho más larga: para Argelia, Ibrahim, Youssef M., en el New York Times, 11/27/88; para Botswana, Universidad de Wisconsin, Land Tenure Center Newsletter No. 68, Julio-Septiembre 1980; para Guinea Ecuatorial, Brooke, James en el New York Times,11/01/87; para Ghana, Rule, Sheila, en el New York Times, 06/09/85; para Costa de Marfil, Cowell, Alan, en el New York Times, 04/21/82, también 11/2/83, 11/15/87, 11/19/89, 2/25/90, y 3/3/90; para Kenya, Perlez, Diane, en el New York Times, 2/14/91 y 3/10/91; para Liberia, Rule, Sheila, en el New York Times, 6/5/85, also 6/10/84, 6/11/84, 6/5/85, 7/3/85, 4/13/86, 8/15/89 y 1/31/90; para Mozambique, Wall Street Journal 12/30/80; para Nigeria, New York Times 11/21/82,2/12/83, 1/18/84, 10/2/85, 3/4/86, 6/22/88, también Brooke, James, en el New York Times, 8/11/88; 6/4/89 y 1/14/90; para São Tomé, Brooke, James, en el New York Times, 3/6/88; para Tanzania, Morris y Read 1976:264; para Zaire, New York Times, 8/09/81, 8/10/81, 8/16/81, 8/30/81, 6/18/82, 6/06/83 (articulo sobre tortura), 10/06/83, 10/25/83, 04/13/86, 12/14/86, 2/04/87, 2/08/87; Brooke, James, en el New York Times, 9/29/88; Greenhouse, Steven, en el New York Times, 5/04/88, también 5/24/88; para Zambia, Moseley, Ray, en el Chicago Tribune, tomado del Boston Globe, 9/25/81.
  4. Powelson y Stock 1990.
  5. Entre comillas porque estas no eran asociaciones voluntarias acordadas por los miembros.
  6. Bauer 1972:372-74.
  7. Cowell, Alan, en el New York Times, 6/03/83.
  8. Hardin, Blaine, en el Washington Post, National Weekly Edition, 9/1/86, p.6.
  9. May, Clifford, en el New York Times, 11/18/84.
  10. Dawit Wolde Georgis, en el Wall Street Journal, 11/12/87.
  11. Battiata, Mary, Washington Post, en el International Herald Tribune, 9/13/88.
  12. Frankel, Glenn, Washington Post, del Boulder Daily Camera, 11/23/84.
  13. Bruce y Dorner 1982.
  14. Banco Mundial 1977.
  15. Greenhouse, Steven, en el New York Times, 10/12/88.
  16. Hickock y Gray 1981:65, 68.
  17. Guptie, Pranay B. en el New York Times, 9/17/80.
  18. Banco Mundial 1983:50.
  19. Banco Muncial 1977, informe principal p. 88 y anexo 12-3.
  20. Greenhouse, Steven, en el New York Times, 5/23/88.
  21. Yo mismo los he visto en mi trabajo como asesor económico.
  22. Banco Mundial, Zambia: A Basic Economic Report, no. 1586b-ZA, Washington, D.C., 10/3/77, p. 83.
  23. Fondo Monetario Internacional, International Financial Statistics Yearbook 1989:760-1 y Marzo de 1992:586.
  24. New York Times, 9/8/80, 7/4/81, 11/19/81, 4/8/85, 1/15/89, New York Times Magazine, 4/27/80.
  25. New York Times, 9/16/79, 12/25/84, 12/31/84, 1/31/86, 11/23/86 y 9/12/88.
  26. New York Times, 3/19/86, 6/16/87.
  27. New York Times, 12/4/80, 6/23/83, 11/25/84, 1/6/85, 1/17/85, 12/3/87, 3/22/89, 9/10/89 y 1/7/90.
  28. New York Times, 10/4/81, 11/1/82, 11/18/84, 11/25/84, 6/30/85, 7/1/85, 12/30/85, 5/18/86, 12/8/86, 1/12/87, 1/22/87, 2/1/87, 2/19/87, 8/30/87, 10/7/87, 1/25/88, 2/18/88 y 5/11/88.
  29. New York Times, 1/6/81.
  30. New York Times, 5/4/86, 8/21/86, 10/12/86, 1/3/88, 10/3/88 y 12/6/88.
  31. New York Times, 8/26/80, 8/27/80, 11/16/80, 4/7/81, 7/14/83, 6/23/86, y 9/15/86.
  32. "War provided him with his raison-d'être" (Hallam 1987:269).
  33. Newman 1983:3, citando a Gluckman 1955.

    Copyright © 1994 by the University of Michigan. First published in the USA by the University of Michigan Press, 1994.

    Published on the World Wide Web by The Quaker Economist with permission from the University of Michigan Press, 2005.

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